martes, 17 de febrero de 2015

Tema 3: Un paisaje de fábricas– siglos XVIII y XIX-.(V)


Bloque 4: Literatura realista de la segunda mitad del siglo XIX


Tarea 1: Localiza una imagen de los dos representantes más importantes de la literatura realista: Benito Pérez Galdós y Leopoldo Alas Clarín. 
Benito Pérez Galdos


Leopoldo Alas Clarín.


Tarea 2: Busca tres  portadas de libros de cada uno de los escritores mencionados.

¿A qué género literario se dedicaron?
Benito Pérez Galdós

Marianela
Zumalacarregui

Canovas

Leopoldo Alas Clarin 



La regenta
 Doña Berta y otros relatos

Cuesta bajo 
Se dedicaron al genero literario (novela)

Tarea 3: Localiza  el texto completo de Adiós, Cordera y copia los dos primeros párrafos de este  cuento de Clarín que vamos a leer.

Eran tres: ¡siempre los tres! Rosa, Pinín y la Cordera.
El prao Somonte era un recorte triangular de terciopelo verde tendido, como una colgadura, cuesta abajo por la loma. Uno de sus ángulos, el inferior, lo despuntaba el camino de hierro de Oviedo a Gijón. Un palo del telégrafo, plantado allí como pendón de conquista, con susjícaras blancas y sus alambres paralelos, a derecha e izquierda, representaba para Rosa y Pinín el ancho mundo desconocido, misterioso, temible, eternamente ignorado. Pinín, después de pensarlo mucho, cuando a fuerza de ver días y días el poste tranquilo, inofensivo, campechano, con ganas, sin duda, de aclimatarse en la aldea y parecerse todo lo posible a un árbol seco, fue atreviéndose con él, llevó la confianza al extremo de abrazarse al leño y trepar hasta cerca de los alambres. Pero nunca llegaba a tocar la porcelana de arriba, que le recordaba las jícaras que había visto en la rectoral de Puao. Al verse tan cerca del misterio sagrado, le acometía un pánico de respeto, y se dejaba resbalar de prisa hasta tropezar con los pies en el césped.
Rosa, menos audaz, pero más enamorada de lo desconocido, se contentaba con arrimar el oído al palo del telégrafo, y minutos, y hasta cuartos de hora, pasaba escuchando los formidables rumores metálicos que el viento arrancaba a las fibras del pino seco en contacto con el alambre. Aquellas vibraciones, a veces intensas como las del diapasón, que, aplicado al oído, parece que quema con su vertiginoso latir, eran para Rosa los papeles que pasaban, las cartas que se escribían por los hilos, el lenguaje incomprensible que lo ignorado hablaba con lo ignorado; ella no tenía curiosidad por entender lo que los de allá, tan lejos, decían a los del otro extremo del mundo. ¿Qué le importaba? Su interés estaba en el ruido por el ruido mismo, por su timbre y su misterio.

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