Bloque
4: Literatura realista de la segunda mitad del siglo XIX
Tarea
1: Localiza una imagen de los dos representantes más importantes de la literatura
realista: Benito Pérez Galdós y Leopoldo Alas Clarín.
Benito Pérez Galdos |
Leopoldo Alas Clarín. |
Tarea
2: Busca tres portadas de
libros de cada uno de los escritores mencionados.
¿A qué género literario se dedicaron?
Se dedicaron al genero literario (novela)
Benito Pérez Galdós
Marianela |
Zumalacarregui |
Canovas Leopoldo Alas Clarin
La regenta
Doña Berta y otros relatosCuesta bajo |
Tarea
3: Localiza el texto
completo de Adiós, Cordera y copia los dos primeros párrafos de este cuento de Clarín que vamos a leer.
Eran tres: ¡siempre los tres! Rosa, Pinín y la Cordera.
El prao Somonte era un recorte
triangular de terciopelo verde tendido, como una colgadura, cuesta abajo
por la loma. Uno de sus ángulos, el inferior, lo despuntaba el camino
de hierro de Oviedo a Gijón. Un palo del telégrafo, plantado allí como
pendón de conquista, con susjícaras blancas y sus alambres
paralelos, a derecha e izquierda, representaba para Rosa y Pinín el
ancho mundo desconocido, misterioso, temible, eternamente ignorado.
Pinín, después de pensarlo mucho, cuando a fuerza de ver días y días el
poste tranquilo, inofensivo, campechano, con ganas, sin duda, de
aclimatarse en la aldea y parecerse todo lo posible a un árbol seco, fue
atreviéndose con él, llevó la confianza al extremo de abrazarse al leño
y trepar hasta cerca de los alambres. Pero nunca llegaba a tocar la
porcelana de arriba, que le recordaba las jícaras que había visto
en la rectoral de Puao. Al verse tan cerca del misterio sagrado, le
acometía un pánico de respeto, y se dejaba resbalar de prisa hasta
tropezar con los pies en el césped.
Rosa, menos audaz, pero más enamorada
de lo desconocido, se contentaba con arrimar el oído al palo del
telégrafo, y minutos, y hasta cuartos de hora, pasaba escuchando los
formidables rumores metálicos que el viento arrancaba a las fibras del
pino seco en contacto con el alambre. Aquellas vibraciones, a veces
intensas como las del diapasón, que, aplicado al oído, parece que quema
con su vertiginoso latir, eran para Rosa los papeles que pasaban, las
cartas que se escribían por los hilos, el lenguaje incomprensible
que lo ignorado hablaba con lo ignorado; ella no tenía curiosidad por
entender lo que los de allá, tan lejos, decían a los del otro extremo
del mundo. ¿Qué le importaba? Su interés estaba en el ruido por el ruido
mismo, por su timbre y su misterio.
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